jueves, 16 de abril de 2015

Acumulación originaria de fuerzas

Demonios en el Gobierno -
El reformismo ha dominado durante décadas el movimiento obrero. ¿Cómo se explica esta larga hegemonía? ¿Cómo puede superarse con la actividad de los revolucionarios en la clase obrera?
Para comenzar, señalemos que la realidad de la lucha de clases en los países avanzados capitalistas desde la I Guerra Mundial –o desde 1905, si se prefiere- no puede reducirse puramente a formulas como “la hegemonía del reformismo” o la contraria “los trabajadores tienden espontáneamente a ser revolucionarios pero los reformistas traidores les impiden hacer la revolución”. Ambas proposiciones son analíticamente absurdas.
La primera implicaría simplemente que el socialismo es imposible, la segunda una concepción demonológica de la historia. Ninguna es capaz de dar cuenta de la realidad histórica. El hecho es que durante los periodos de funcionamiento normal de la sociedad burguesa, la clase obrera está bajo la hegemonía reformista. Pero esta afirmación es poco más que un truismo. ¿Cómo podría funcionar normalmente el capitalismo si la clase obrera contestara su propia existencia cotidianamente mediante la acción directa? Pero el capitalismo tampoco ha funcionado “normalmente” durante los últimos sesenta o setenta años. Los periodos de normalidad han sido interrumpidos por el estallido de crisis, por situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias. Es imposible para la clase obrera–por razones económicas, sociales y psicológicas- vivir en constante estado de ebullición revolucionaria. Esta sucesión de situaciones con distintas condiciones plantea por lo tanto las mismas viejas cuestiones sobre los límites temporales de las crisis pre-revolucionarias y revolucionarias.
Y ello nos retrotrae a una problemática trotskista fundamental: la dirección revolucionaria; la relación entre la elevación del nivel de conciencia del proletariado y su capacidad de auto-organización; de la construcción de una dirección revolucionaria. La coincidencia de todos estos factores pueden conducir la crisis a una situación distinta de la del “funcionamiento habitual” del capitalismo, que por si mismo genera la hegemonía reformista. Para beneficio de todos aquellos que puedan etiquetar de “revisionista” este análisis, recordemos que este tipo de revisionismo tiene raíces profundas, ya que el propio Lenin escribió que la clase obrera es “naturalmente sindicalista” durante los períodos de funcionamiento normal del capitalismo y “naturalmente anti-capitalista” en situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias.
Los reformistas mantendrán probablemente su mayoría en la clase obrera durante los períodos “normales”, si esta expresión tiene realmente sentido en la fase de decadencia del capitalismo. En cualquier caso, es evidente que hay una diferencia entre una situación en la que el disenso se limita a la existencia de pequeños grupos aislados de revolucionarios de una parte y los grandes aparatos de los partidos de masas de otra, y las situaciones en las que los revolucionarios han hecho ya la acumulación primitiva de fuerzas, incluso si todavía representan una pequeña minoría de la clase. En este último caso, la lucha para arrebatar la hegemonía sobre las masas a los reformistas es mucho más fácil, una vez que ha estallado la crisis revolucionaria

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