lunes, 27 de noviembre de 2017

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Palestina y el conflicto árabe israelí

Organización Socialista Israelí

El problema palestino y el conflicto árabe-israelí (Manifiesto)

18 de mayo de 1967

El diecinueve aniversario de la creación del Estado de Israel tendrá lugar este mes. Durante estos diecinueve años, el conflicto árabe-israelí no se acercó a una solución.

El problema palestino sigue siendo una herida abierta en el Medio Oriente; una fuente incesante de derramamiento de sangre, sufrimiento e injusticia; una pesada carga sobre los recursos económicos de la región; un pretexto para la intervención imperialista y la agresión militar; una seria amenaza para la paz mundial.

Pero lo que es particularmente grave es la situación de los árabes palestinos, las víctimas directas de la guerra de 1948 y la colusión entre "hermanos-enemigos": Ben Gurion y Abdallah. La mayoría de los árabes palestinos fueron desposeídos de sus hogares y tierras durante y después de la guerra de 1948, y desde entonces han estado viviendo como refugiados, en sufrimiento y angustia, fuera de Israel.

Los líderes israelíes se niegan categóricamente a reconocer su derecho básico a la repatriación. Los árabes que permanecieron en Israel son víctimas de una severa opresión económica, cívica y nacional.

Durante estos diecinueve años, Israel ha sido una isla aislada en el Medio Oriente, un estado que es independiente en el sentido formal del término, dada su dependencia económica y política de las potencias imperialistas, especialmente los Estados Unidos. . Él ha servido continuamente como un instrumento de estos poderes contra la nación árabe y las fuerzas progresistas del mundo árabe. Este papel de la política oficial israelí se manifestó más claramente (pero no fue la única ocasión) en 1956, cuando el gobierno israelí se unió al imperialismo anglo-francés en una colusión agresiva contra Egipto. incluso proporcionando estos poderes con el pretexto de la intervención militar.

El estado de guerra y hostilidad entre Israel y sus vecinos árabes ha continuado durante diecinueve años y los líderes sionistas de Israel no tienen perspectivas reales de cambiar esta situación. La política israelí está estancada.

La actual crisis económica en Israel, que dio lugar a altas tasas de desempleo entre los trabajadores y sometiendo a las masas a un proceso doloroso, dijo que Israel no puede seguir existiendo por mucho tiempo en su forma actual, como un estado sionista , aislado de la parte del mundo donde se encuentra.

Por lo tanto, la situación actual es contraria a los intereses de las masas árabes: Israel, en su forma actual, constituye un importante obstáculo para la lucha de estas masas contra el imperialismo y la unidad socialista árabe. El mantenimiento del status quo también es contrario a los intereses de las masas israelíes.

La Organización Socialista Israelí en las filas de los cuales los árabes se encuentran como Judios, dijo que la cuestión palestina y el conflicto árabe-israelí, pueden y deben ser resueltos en una dirección socialista e internacionalista, teniendo en cuenta los aspectos específicos del problema compleja. No es un conflicto ordinario entre dos naciones. Por lo tanto, no es suficiente pedir una convivencia basada en el reconocimiento mutuo de los derechos nacionales de ambos pueblos.

El Estado de Israel es el resultado de la colonización acérrimo de Palestina por el movimiento sionista a expensas del pueblo árabe y bajo los auspicios del imperialismo. El estado actual de Israel, sionista, es también un instrumento de la continuación del "proyecto sionista". El mundo árabe no puede respaldar la existencia de un estado sionista cuyo propósito declarado no es servir expresión política a su propia población, pero cabeza de puente, herramienta política y el destino de la inmigración Judios de todo el mundo. El carácter sionista de Israel también es contrario a los verdaderos intereses de las masas israelíes, porque significa que el país está en una constante dependencia de fuerzas externas.

Creemos, por lo tanto, que una solución al problema requiere la desionización de Israel. El estado de Israel debe sufrir una profunda transformación revolucionaria, de modo que este estado sionista (es decir, el estado de los judíos de todo el mundo) se convierta en un estado socialista que represente los intereses de las masas que viven allí. En particular, la "ley del retorno" (que otorga a todos los judíos del mundo el derecho absoluto y automático de inmigrar a Israel y convertirse en ciudadanos) debe ser derogada. Cada solicitud de inmigración a Israel se juzgará en ese momento por separado por sus propios méritos, sin ninguna discriminación de naturaleza racial o religiosa.

El problema de los refugiados árabes palestinos es el aspecto más doloroso del conflicto árabe-israelí. Por lo tanto, opinamos que cualquier refugiado que desee regresar a Israel debe estar en condiciones de hacerlo; en este caso, debería obtener una recuperación completa en todos sus derechos económicos y sociales. Los refugiados que eligen libremente no ser repatriados deben recibir una indemnización completa por la pérdida de sus bienes y sufrimientos personales.

Además, todas las leyes y regulaciones destinadas a discriminar, oprimir y expropiar a la población árabe de Israel deben ser derogadas. Todas las expropiaciones y daños (relacionados con la tierra, propiedad y persona) causados bajo estas leyes y regulaciones serán completamente compensados.

La desionización de Israel también implica el fin de la política exterior sionista, que sirve al imperialismo. Israel debe jugar un papel activo en la lucha árabe contra el imperialismo y para el establecimiento de la unidad socialista árabe.

La colonización sionista de Palestina difiere de la colonización de otros países en una relación esencial: mientras que en otros países los colonos fundaron su economía en la explotación del trabajo de los indígenas, la colonización de Palestina se llevó a cabo por el reemplazo y la expulsión de la población indígena.

Este hecho ha creado una complicación extrema del problema palestino. Como resultado de la colonización sionista, se formó una nación hebrea en Palestina con sus propias características nacionales (lenguaje común, economía separada, etc.). Además, esta nación tiene una estructura de clase capitalista; se divide en explotadores y explotados, burgueses y proletarios.

El argumento de que esta nación se formó artificialmente a expensas de la población árabe nativa no cambia el hecho de que esta nación hebrea ahora existe. Sería un error desastroso ignorar este hecho.

La solución del problema palestino no solo debe reparar los daños causados a los árabes de Palestina, sino también garantizar el futuro nacional de las masas hebreas. Estas masas fueron traídas a Palestina por el sionismo, pero no son responsables de las acciones del sionismo. Intentar castigar a los trabajadores y las masas de Israel por los pecados del sionismo no puede resolver el problema palestino, sino que solo conduce a nuevas desgracias.

Esos líderes árabes nacionalistas que llaman a la yihad [guerra santa] para la Liberación de Palestina ignoran el hecho de que mientras Israel fue derrotada militarmente y dejó de existir como un estado, todavía existe la nación hebrea. Si el problema de la existencia de esta nación no se resuelve adecuadamente, se volverá a crear un estado de conflicto peligroso y prolongado, que causará derramamiento de sangre y sufrimiento sin fin y servirá como un nuevo pretexto para intervención imperialista. No es una coincidencia que los líderes que defienden esa "solución" tampoco puedan resolver el problema kurdo.

Además, debe entenderse que las masas israelíes serán liberadas de la influencia del sionismo y lucharán contra él solo si las fuerzas progresistas del mundo árabe les ofrecen una perspectiva de coexistencia sin opresión nacional. La Organización Socialista Israelí por lo tanto cree que una solución genuina del problema palestino requiere el reconocimiento del derecho de la nación hebrea a la autodeterminación.

La autodeterminación no necesariamente significa separación. Por el contrario, creemos que un país pequeño y con pocos recursos, como Israel, no puede existir como una entidad separada. Solo tiene una alternativa: continuar dependiendo de las potencias extranjeras o integrarse en una unión regional.

Se sigue que la única solución consistente con los intereses de las masas árabes, como las masas israelíes, es la integración de Israel como una unidad en una unión económica y política del Medio Oriente sobre la base del socialismo. En ese contexto, la nación hebrea podrá llevar su propia vida nacional y cultural sin poner en peligro el mundo árabe y sin que su propia existencia sea amenazada por los árabes. Las fuerzas de las masas israelíes se unirán a las de las masas árabes en una lucha común por el progreso y la prosperidad.

Creemos, por lo tanto, que el problema palestino, así como otros asuntos clave de Medio Oriente, solo pueden resolverse en el marco de una Unión del Medio Oriente. Tanto el análisis teórico como la experiencia práctica muestran que la unidad árabe no puede formarse y existir de manera estable solo si tiene un carácter socialista.

Por lo tanto, podemos resumir la solución que proponemos mediante la fórmula: desionización de Israel e integración de la misma en una Federación Socialista de Medio Oriente. Creemos que el problema del futuro político de los árabes palestinos también debería resolverse en el marco descrito anteriormente.

Algunos creen que la justicia requiere la creación de una entidad política especial de los árabes de Palestina. Nuestra opinión es que esta cuestión debe ser decidida por los propios árabes palestinos, sin interferencia externa. Sin embargo, pensamos que sería un grave error plantear el problema del futuro político de los árabes palestinos por separado e independientemente de la cuestión de la unión socialista árabe. Los árabes palestinos están ahora a la vanguardia de la lucha por la unidad. Si se les presentara un objetivo separado e independiente, la causa de la unidad árabe podría verse seriamente dañada. Del mismo modo, la creación de un pequeño Estado árabe separado no está en consonancia con los intereses de la nación árabe, incluido el pueblo árabe de Palestina.

Por lo tanto, somos de la opinión de que si los árabes de Palestina deciden la creación de una entidad política propia, se deben hacer los arreglos políticos y territoriales necesarios en el marco de la formación de una Federación Socialista de Medio Oriente. . Los países que actualmente poseen partes del territorio de Palestina - Israel, Jordania y Egipto - deberían contribuir en particular a tal solución.

Hacemos un llamamiento a las fuerzas socialistas revolucionarias de los países árabes y de otros países para que tomen en consideración nuestro programa actual y comiencen una amplia discusión con miras a desarrollar una posición común sobre los problemas del Medio Oriente. Medio.

 

martes, 14 de noviembre de 2017

Estado nacional, competencia internacional y combinación internacional de capital en la CEE

Se ha convertido ya en un tópico el cambio fundamental acontecido, andando el tiempo, en las relaciones entre la burguesía rica y el Estado. La época del laissez faire, laissez passer queda ya muy atrás. En la actualidad no es posible imaginar la permanencia de las estructuras económico-sociales capitalistas sin una intervención estatal creciente y continua en la economía. Tal intervención trata no sólo de suavizar, como acabarnos de insinuar, las tensiones de la sociedad mediante reformas sociales y la atenuación de la miseria más extrema (indudablemente, con el fin de proteger y fortalecer el orden establecido y la propiedad privada capitalista en él basada)[1]: pretende asimismo asegurar de manera directa los beneficios de los niveles decisivos del gran capital. El Estado —ya lo hemos demostrado en otros lugares— va transformándose más y más en el fiador directo de los beneficios de estas clases monopolistas u oligopolistas [2]. 

1 Dondequiera que se produce una oposición entre los objetivos del Estado paternalista y esta consolidación de la propiedad privada del gran capital, el Estado burgués favorece siempre, en definitiva, las conveniencias capitalistas. En la actualidad estamos presenciando un ejemplo de esta tendencia básica : en la práctica, todos los gobiernos de la Europa occidental han sacrificado el objetivo del pleno empleo —base, como se dice, del Estado paternalista— a la conveniencia de retardar, mediante recesiones provocadas artificialmente, el ritmo del incremento de los salarios y de consolidar otra vez la «disciplina de trabajo». 
2 Acerca de las diversas formas de esta garantía estatal de los beneficios del gran capital, véase nuestro Traité de éconornie marxiste, vol. II, págs. 149-163, ya citado. 
Jean-Jacques Servan-Schreiber, como buen ideólogo del neo-capitalismo, descubre ahora por su parte en su obra ya citada La défi américain, pág. 171, que Europa necesita un poder estatal «para promover y garantizar» industrias de dimensiones europeas. 

La disensión interior del gran capitalista contemporáneo —cosmopolita ciudadano del mundo en ciertos casos y en otros, nacionalista empedernido o europeo patriotero— responde, pues, a la citada y muy concreta contradicción entre el impulso objetivo hacia la evolución, o sea la tendencia creciente de las fuerzas productoras a adaptarse a las violentas oscilaciones hacia la combinación y la acumulación de capital, y el conjunto de relaciones sociales entre las distintas fuerzas, que condiciona una progresiva independencia del capitalismo respecto de la intervención directa del Estado. En parte alguna resulta más evidente esta contradicción —tanto en sus fundamentos objetivos, que en ningún modo deben ser confundidos con el humor particular de un abuelo, como en su falta de solución— que en la ideología singular, método  específico según los cuales trata el general De Gaulle los problemas de la integración y de la lucha competitiva entre Europa y Estados Unidos. 

Indudablemente, ciertos aspectos de la ideología gaullista respecto de Europaconcuerdan con características y debilidades concretas del gran capital francés, quien, como su congénere alemán, necesita verse protegido por barreras institucionales y arancelarias contra la competencia del capital británico, japonés y norteamericano. Sin embargo, su aproximación al problema del Mercado Común fue ya de buen principio defensiva y no ofensiva, contrariamente a la del gran capital de la República Federal Alemana; la perspectiva de una ampliación del Mercado Común a toda la Europa occidental o incluso a una «zona atlántica de libre cambio» provoca en el gran capital francés verdaderas angustias mortales, en tanto que su Congénere de la República Federal Alemana, Por motivos muy explicables [3], considera sin contrariedad alguna la citada perspectiva.

3. Las diferencias entre las cifras de exportación correspondientes a la República Federal Alemana y las referentes a Francia lo explican fácilmente : en 1955, Francia exportó mercancías Por un valor total de cuatro mil ochocientos millones de dólares, cifra que en la República Federal fue de seis mil cien millones en 1966, habrá aumentado hasta diez mil novecientos millones de dólares pen millones ara Francia y veinte mil cien de República Federal; en el mismo año, las exportaciones Para la este último país a Estados Unidos triplicaron las de Francia. ,Aún más evidentes son las cifras que siguen: en 1965, Estados Unidos exportó maquinaria y vehículos por un valor total de diez mil millones de dólares; el mismo año, las exportaciones de la República Federal Alemana por los mismos conceptos llegaron a ocho mil doscientos millones y en 1966 aumentaron hasta nueve mil doscientos millones (para una población que no alcanza ni tan sólo un tercio de la de Estados Unidos), mientras que las exportaciones francesas de la misma categoría pasaron de dos mil seiscientos millones de dólares en 1965 a tres mil millones en 1966.

Muchos de los criterios en apariencia temperamentales defendidos por De Gaulle en cuanto a la misión del Estado nacional en la vida económica no son, en definitiva, más que racionalizaciones disimuladas de una situación concreta: la realidad en virtud de la cual el capitalismo francés sólo puede librarse de la violenta crisis económico-social posterior a la segunda guerra mundial con la creación de un sector económico intensamente nacionalizado una programación de la economía bastante amplia incluso en relación con las condiciones contemporáneas del capitalismo [4]. 

4. Acerca de ello, véase, entre otros: Pierre Naville, La classe ouvrière et le régime gaulliste, Études et Documentation internationales, París, 1964; Serge Malles Le Gaullisme et la Gauche, Editions du Seuil, París, 1965.

Además de estos aspectos concretamente franceses del gaullismo, tal ideología tiene dos características más generales que hallan asimismo un profundo eco en la burguesía rica de los otros países de la CEE.  

Es una de ellas el intento de superar una sumisión demasiado pasiva a las pretensiones de hegemonía político-militar de Estados Unidos en el ámbito de la alianza capitalista mundial, a fin de lograr una relación equilibrada con el aliado y protector principal, que al mismo tiempo es también, no obstante, el competidor más poderoso. Se trata, en definitiva, del intento lógico de aplicar a los campos de la política mundial y del poder militar las variaciones de la relación interimperialista de fuerzas que se han producido en el ámbito de la economía. La crisis de la alianza atlántica responde a una realidad: la preponderancia político-militar de Estados Unidos en el marco de tal coalición no concuerda ya con la relación de fuerzas establecida en el terreno económico entre las grandes potencias capitalista. La oposición «general» de los países capitalistas de Europa —incluida la República Federal Alemana— al tratado con el que se pretende impedir la proliferación de armas atómicas es la expresión de la negativa a garantizar a Estados Unidos un predominio militar «absoluto» ya no de acuerdo con su preponderancia económica, sólo «relativa». 

La otra característica de la ideología gaullista, cierta desconfianza respecto de la eurocracia bruselesa de la CEE, ha encontrado asimismo un eco general entre la burguesía del occidente europeo. La comisión de la CEE y las entidades que de ella dependen no son todavía un Estado propiamente dicho [5]. La burguesía rica de nuestro tiempo, en cambio, necesita un Estado real que garantice sus intereses cotidianos, y por ello revela una comprensible tendencia a defender encarnizadamente la soberanía del Estado nacional contra el poder supra-nacional, todavía en germen, de los organismos la CEE. A veces, la desconfianza mencionada se concreta en simples regateos en torno a ínfimas ventajas concedidas a la burguesía rica de un país determinado (se procura «recuperar» allí los cien millones «perdidos» aquí). En otros casos, tal postura asume el aspecto de una norma más general, llamada por Etienne Hirsch, ex presidente del Euratom, principio del «retorno legítimo» [6]. En definitiva, se trata siempre de la inquietud por el todavía muy incierto y hábil equilibrio social de los propios países respectivos, del afán de eliminar de la «realidad Nacional», tanto como sea posible, nuevos focos de crisis y temas inflamables. 

5. A pesar de ello, estuvo muy cerca de contar con una cae las características fundamentales propias de un Estado —la soberanía financiera, concretamente— cuando el Plan Mansholt  sobre política agraria conjunta establecía, a partir del 1 de enero de 1972, unos ingresos anuales propios superiores a los dos mil millones de dólares, que la hubiesen independizado financieramente de las contribuciones de los Estados miembros. Ello motivó una encarnizada oposición de Du Gaulle al Pian, lo cual provocó la gran crisis» de la CEE del verano de 1965. 

6. Etienne Hirsch explica este principio en un articulo publicado en el número del periódico Le Monde correspondiente al 25 de noviembre de 1966. Se trata, en definitiva, de la preocupación de cada Estado por recuperar en forma de pedidos para 5u economía o de realizaciones en el propio país las sumas aportadas a las empresas europeas conjuntas. Ese principio ha llevado el Euratom a una crisis. 

En esencia, así razona el gaullisrno. Ello le conduce a una contradicción no superable, por desconocimiento de la condición previa necesaria para una autodefensa potencial eficiente de la economía capitalista de la Europa occidental contra el coloso ultramarino: la progresiva e inevitable concentración y combinación internacional de capital en el marco de la CEE y del occidente europeo. La pretensión de luchar eficazmente en la pugna contra los combinados norteamericanos con medios puramente—franceses (o bien estrictamente italianos, o sólo de la República Federal Alemana) es mera utopía. La repugnancia de la «enajenación» del conjunto del aparato «nacional» de producción mediante la fusión de sociedades «nacionales» con otras pertenecientes a los restantes países de la CEE, por ejemplo, conduce, en muchos y cada vez más numerosos casos, a la inevitable absorción de aquéllas por sociedades norteamericanas. 

Respecto de ello, el caso de la Machines Bull es una evidente muestra. Ni aún los recursos conjuntos, de la industria electrónica francesa pueden llegar a constituir una empresa capaz de competir en el ámbito de las calculadoras electrónicas. Lo conseguiría, no obstante, la fusión de las principales empresas de Holanda, Francia, Italia y la República Federal Alemana. El dilema, pues, no era: sociedad «francesa» o «absorbida por extranjeros». En realidad, había de ser planteado así: «la sociedad se une con otras empresas europeas parecidas o bien será absorbida por Estados Unidos». La aversión de De Gaulle a la «supranacionalidad», es la mejor de las armas que hoy se hayan al servicio del gran capital norteamericano en la Europa occidental [7]. 

7. Los perjuicios ocasionados por la política gaullista en el campo de la industria electrónica tuvieron, una secuela político-estratégica: el monopolio norteamericano de las grandes calculadoras electrónicas, así favorecido, permitió que Washington intentara retrasar la fabricación ¿e una bomba de hidrógeno francesa prohibiendo temporalmente la exportación del cerebro electrónico mas poderoso, el Control Data 6600. a Francia (véase Le Monde, 20 de mayo de 1966).

En tal sentido, la opinión de Serge Mallet, según la cual De Gaulle personifica las fuerzas relativamente del capitalismo estatal en lucha contra la absorción de un número creciente de ámbitos del capitalismo privado francés Por el capital norteamericano (Socialisme et Tecnocratie, en Tribune socialiste, núm. 352, 14 de diciembre de 1967), inducirla a concluir forzosamente que el «capitalismo estatal está perdiendo poco a poco esta pugna. Sin embargo, la tesis de Mallet nos parece muy discutible nos referiremos de nuevo a ella en el curso de este ensayo.

Hemos dicho que la burguesía rica precisa hoy la cotidiana intervención del Estado en la sociedad y en la economía para poder preservar la propiedad privada, amenazada cada más por tensiones internas. No obstante, el radio de acción del Estado burgués debe de concordar con el de las posibilidades y circunstancias de la producción. En tanto los principales medios productores de un país sean propiedad de la burguesía rica autóctona, el Estado nacional será un adecuado instrumento de autodefensa del gran capital. En cambio, cuando esta situación empieza a modificarse, cuando se introduce una tendencia progresiva a Ja combinación y al entrelazamiento internacionales de la propiedad capitalista, el Estado nacional deja de ser un instrumento eficaz para la defensa de los intereses de este gran capital progresivamente internacionalizado. Entonces se revela necesaria una nueva forma estatal que responda a la nueva realidad social y económica. Tal es la oportunidad histórica de las instituciones supranacionales europeas. 

Sin embargo, queremos decir todavía algo más. En la actualidad, esas instituciones —la «Comisión europea» en primer lugar— equivalen sólo a una delegación de soberanía que los Estados nacionales han medido muy estrictamente, asegurado con tratados y limitado con gran celo; en el mejor de los casos, equivalen a la realidad de una estrecha «federación estatal». Se hallan todavía muy lejos de la formación de un «Estado federal». 

Sea corno fuere, cuando la combinación internacional de capital en el marco de la CEE ha progresado ya tanto que una parte muy notable de los grandes medios de producción y de renovación de existencias no es propiedad particular de la burguesía rica de cada nación, antes bien ha pasado a pertenecer a capitalistas de diversos países europeos, se establece una imperiosa presión en favor de un nuevo Estado capaz de defender con eficacia esta nueva propiedad privada. Sin duda alguna, la pro-piedad particular convertida así en internacional no puede ser ya defendida con eficiencia en el marco del Estado francés, en el del italiano o en el del alemán occidental. La propiedad capitalista «europea» exige un Estado burgués también «europeo» como adecuado instrumento de promoción, garantía y defensa. El progreso de la combinación internacional de capi-tal en el ámbito de la CEE reside, pues, en el establecimiento de un número más considerable de empresas y bancos propiedad no ya de ningún gran capital «nacional» concreto, sino de los grandes capitalistas de algunos o de todos los países miembros de la CEE: tal es el proceso creador de la infraestructura material necesaria para la existencia de «organismos estatales» supranacionales efectivos en el Mercado Común. Actualmente nos hallamos tan sólo en los comienzos de este proceso. De ahí las debilidades propias de la forma todavía embrionaria de los organismos supranacionales en el marco de la CEE, y asimismo el celo con que los gobiernos de los Estados nacionalistas rechazan cualquier nuevo derecho de tales organismos y, a veces, tratan incluso de oponerse, y no sin éxito, a los derechos que les había garantizado ya el Tratado de Roma. Hoy, la in-mensa mayoría de la propiedad capitalista de cinco países de la CEE sigue hallándose en manos «nacionales» [8]; la Europa occidental no ha superado aún la etapa del gran capital «nacional» y del Estado nacionalista. Por ello, y pese a la superación de la crisis de 1965 [9], todavía es muy pronto para considerar definitivamente asegurado el futuro de la CEE. 

8. Debemos citar aquí, no obstante, una excepción, concretamente la del pequeño país de Luxemburgo, cuyas grandes industrias (los combinados ARBED y NADIR, de la rama del acero) están controladas por un grupo financiero luxemburgués y dos extranjeros (del francés Schneíder y el belga Société Générale). 

9 Sin embargo, la superación de esta crisis en el sentido de una consolidación de la CEE dependía necesariamente de la realidad económica; lo previmos ya con acierto. El gran capital francés no podía provocar la ruina de la CEE. Durante la primera parte de las elecciones presidenciales, De Gaulle pudo vislumbrar ya el peligro, y dedujo de ello las consecuencias que podían afectarle. Para comprender esta vinculación del gran capital francés a la CEE basta saber que durante el período 1958-1966 cuadruplicó las exportaciones de Francia al Mercado Común, circunstancia que supone un ritmo de crecimiento superior al de los otros Estados miembros de la CEE. En 1953, las exportaciones francesas a los países de esta Comunidad integraron el 22,1 % del total nacional; en 1966 alcanzaban ya el 4 2 %.

No obstante, va acercándose el momento de la dura prueba. En el curso de este ensayo hablaremos de él nuevamente y lo concretaremos. De todas formas, algo hay indiscutible: el creciente afán de enfrentarse a la competencia norteamericana, manifestado claramente no sólo por «potencias estatales capitalistas autónomas» si no también por los principales combinados de la Europa occidental, la progresiva consolidación de la CEE y el paso cada más considerable de los organismos estatales supranacionales en el marco de esta Comunidad son procesos perfectamente paralelos; se trata sólo de expresiones diversas de una única tendencia económica fundamental: la progresiva combinación internacional de capital en el ámbito de la CEE. En tal aspecto, las citadas expresiones revelan el tránsito de esa Comunidad desde el primer escalón, el de la zona de libre cambio, hasta el desarrollo de una «integración» económica propia; de igual modo, por ello mismo sólo podrían dejar de producirse definitivamente por la ruina de la CEE y el retorno al nacionalismo económico, o sea a un sistema proteccionista. La actual situación híbrida sólo puede persistir durante pocos años. Al final desembocará forzosamente en una de estas dos salidas.  

Por tal motivo, las acusaciones que tachan de agentes de Estados Unidos o incluso de instrumentos inconscientes de un complot norteamericano a los portavoces o hasta a los miembros de los «organismos supranacionales» carecen de todo sentido y, parecen va recusadas difíciles por la historia. Las difíciles negociaciones de la ronda kennedy del GATT en Ginebra han demostrado claramente hasta qué punto la actuación conjunta del capital del occidente europeo (en este caso únicamente el de los seis Estados miembros de la CEE) permite una pugna competitiva más eficiente contra el capital norteamericano, y cómo las corporaciones .supranacionales» de la Comunidad pueden facilitar o dirigir este progreso mancomunado [10]. Únicamente la diversidad de conveniencias del capital debidas al nacionalismo estatal puede debilitar este frente común. Sin embargo, tales divergencias desaparecen o, por lo menos, retroceden cuando las combinaciones internacionales de capital establecen una comunidad de intereses.  

    10  Sin duda. la misión actual de las «corporaciones supranacionales, dondequiera que se esté lejos todavía de una infraestructura material tiene un carácter predominantemente ideológico. Con frecuencia, esto puede provocar decepciones respecto de las tendencias evolutivas reales. No obstante, como cualquier institución, se muestran asimismo inclinadas ante todo a asegurar sus propias existencia y continuidad. Y ello. en definitiva, implica un incremento de la combinación internacional de capital en el marco de la CEE, o sea una acentuación de las conveniencias particulares del gran capitalismo del occidente europeo, distintas de las del capital norteamericano. Acerca de ello. véase lo dicho por Robert Lacourt, presidente del Tribunal Europeo, en el curso de un coloquio celebrado en París el 26 de octubre de 1967 (Le Monde, 29-30 de octubre del mismo año). 

Como es natural, cada uno de los casos concretos de la pugna entre ambas tendencias —la de la creciente combinación internacional de capital y la que se aferra a la propiedad capitalista de carácter nacional—  encierran más o menos unas tensiones precisas de intereses correspondientes a los diversos ámbitos, sectores industriales y grupos financieros del gran capital «nacionalista« de cada país. Las distintas agrupaciones políticas, ideologías y motivaciones sentimentales y pasionales ayudan a disfrazar este conflicto de intereses. Algunos de los combinados más débiles y pasivos, sobre todo en los sectores de menor expansión, y algunas empresas familiares incapaces de Mejorar una situación mediocre, prefieren a menudo, como solución más fácil, la venta o la incorporación a los grandes combinados norteamericanos. En cambio, las empresas europeas más audaces, ricas y dinámicas siguen, cada día, en mayor número y más intensamente, el camino europeo de la cooperación la combinación de capital. 

En definitiva, no hay otra solución: se impone de manera general la tendencia a la combinación internacional de capital, con la posibilidad de éxito en la pugna competitiva contra el capital de Estados Unidos, o bien la CEE retrocederá hacia un mezquino nacionalismo económico [11], y el gran capital norteamericano inevitablemente, dominará poco a poco el sistema capitalista mundial.  

11. La Certeza de tal afirmación está demostrada por una relajación de la industria europea la amenaza de un aumento arancelario contra los productos de Estados Unidos con motivo la peligrosa negativa de los competidores norteamericanos a aplicar la supresión del American selling price prevista en la ronda Kennedy. La depreciación de la libra esterlina ha destacado asimismo el riesgo del retorno de muchas potencias del occidente europea al nacionalismo económico. Si Francia viera estancadas sus exportaciones, no quedaría excluida la posibilidad de una nueva depreciación, la del franco, ni tampoco la de una consiguiente reacción en cadena 

Los principales combinados del occidente europeo tienen tal conciencia de este dilema que allí donde la hacienda pública se niega a participar en el campo de la cooperación europea y los gobiernos no llevan al terreno de la realidad las promesas contenidas en los tratados, se aferran a la autonomía de recursos, y acuden a la opinión pública, al par que, también de manera directa, ponen en funcionamiento iniciativas propias. El ejemplo de la exploración espacial y del sistema de comunicaciones mediante satélites artificiales resulta muy característico al respecto. 

Los proyectos europeos ELDO y ESRO, destinados a la investigación espacial, atraviesan una crisis que en definitiva reconoce las mismas causas que la del Euratom, o sea la obstinada aplicación del principio del «retorno legítimo» por los diversos gobiernos que participan en tales proyectos. Por ello, los 150 combinados de Gran Bretaña. Francia, República Federal Alemana, Italia, Suiza, Suecia y Holanda, que establecieron una unión llamada Eurospace, en noviembre de 1967 publicaron una memoria en favor de la constitución de un sistema regional europeo de telecomunicaciones mediante satélites artificiales. Defienden, además, la creación de un «organismo europeo del espacio», imitación de la NASA norteamericana, y en su día se adoptaron las medidas necesarias para que el citado sistema pudiera funcionar hacia fines de 1969; de otro modo, cabria contar con el riesgo de largos años de dominio norteamericano en todo el conjunto de las telecomunicaciones mundiales a través del espacio [12]. 

Mientras tanto, y pese a la crisis del Euratom, la sociedad belga Belgonucléaire, que agrupa 28 empresas de Bélgica, ha establecido con los grupos Siemens-Interatom, de la República Federal Alemana, y Neratoom, holandés, un acuerdo para la construcción de un reactor nuclear «rápido» común. La Belgonucléaire colabora, también, con el Nuclear Power Group Ltd. británico en la venta conjunta de varios reactores [13]. Y a pesar de todas las discusiones sobre el ingreso de Gran Bretaña en la CEE, el Eurocontrol, o sea la sociedad europea destinada a velar por la seguridad de la navegación aérea, ha decidido establecer en Francia un centro de elaboración de datos, que será construido conjuntamente por el combinado británico Marconi, la sociedad francesa Compagnie Internationale pour l'Information, la Standard Electric Lorenz, de la República Federal Alemana, y la sociedad belga Sait Electronics.

   12 AGEFI, 16 de noviembre de 1967; The Times, 13 de diciembre de 1967.
  13 La Libre Beigique, 23 de noviembre de 1967; AGEFI, 7 de diciembre de 1967. Expresión de esta crisis del Euratom es, sin duda, la realidad de la sustitución de la proyectada empresa franco-alemana productora de energía atómica, que había de ser instalada en Alsacia, por dos centros de energía nuclear separados (y antieconómicos), uno de Francia y otro de la República Federal Alemana, establecidos respectivamente en Alsacia y Badea. 

 Resulta, pues, muy evidente la orientación de la tendencia de los combinados más importantes, que, mediante la adopción de iniciativas internacionales propias y el establecimiento de sociedades conjuntas de carácter asimismo internacional, tratan de provocar una ruptura dondequiera que la actuación indecisa de los gobiernos nacionalistas, con el estancamiento o el retroceso consiguientes, ha cerrado el camino hacia la integración económica europea. 

Y lo hacen particularmente porque, debido a la falta de combinación europea de capital, el establecimiento de la CEE, paradójicamente, favorece más los combinados norteamericanos que las empresas nacionalistas del occidente europeo [14]. 

14. Ello supone, en realidad, una doble paradoja, por cuanto uno de los motivos principales que inducen a los combinados norteamericanos al establecimiento de tantas filiales en el ámbito de la CEE es concretamente el deseo de eludir los aranceles aplicados por la Comunidad a los países no miembros.

En efecto: no hay obstáculo alguno procedente del Derecho Mercantil que impida la centralización de las filiales norteamericanas en la Europa occidental, se trate de sociedades holding domiciliadas en Luxemburgo o de centrales «técnicas» localizadas en Ginebra o Bruselas. La rápida expansión de los bancos norteamericanos en el occidente europeo favorece tal centralización", en virtud de la cual los combinados de Estados Unidos actúan hoy en el conjunto del campo europeo más que sus competidores pertenecientes propiamente a esta área; y el gran poderío financiero así originado llega a planear proyectos que amenazan a los principales combinados europeos, como los intentos —hasta ahora evitados— de absorción de la industria italiana más importante, la Fiat, por la General Motors y de la principal sociedad anónima belga, el combinado petrolero Petrofina, por un colega norteamericano. 

5 The Times, 9 de mayo de 1967, 1 de diciembre de 1967,

domingo, 26 de febrero de 2017

viernes, 17 de abril de 2015

"Insostenibilidad e Ilegitimidad o la guerra de Mario y Sila"

Podemos sólo tiene una cosa de socialdemócrata, alentar las ilusiones democráticas y el Estado parternalista, su diferencia es que lo quiere aplicar en la práctica mediante el incremento del proteccionismo, el intervencionismo --como si el Estado del capitalismo monopolista no hubiera incrementado ambas cosas hasta el límite-- frente a esto los social-economistas de podemos apelan a la responsabilidad.

"El economista y sociólogo Daniel Albarracín es uno de los dos expertos españoles que participan en el comité internacional que audita la deuda pública helena. Considera que, en ese proceso, "hay que determinar las responsabilidades" de los políticos y oligarcas helenos, los bancos y las instituciones internacionales Miembro de Podemos, cree que una experiencia de este tipo "se puede replicar en otros países europeos" y en España podría hacerse "a escala municipal, autonómica y del Estado"

Al mismo tiempo reconoce que.
." ..si se persigue ir más allá de una mera auditoría en términos contables, o incluso si hubiese la menor sospecha de que esta trascendiese de ese propósito, el riesgo que se corre es bien alto. De hecho, esto es lo que está pasando en Grecia. Mientras se dice que se persigue lo primero, los mercados financieros y las instituciones europeas sospechan sobre lo segundo. Basta con que cunda ese riesgo para tener que tomarse en cuenta medidas serias en lo que refiere al control de las fugas de capitales y depósitos2 que se están produciendo.

De hecho, una auditoría que, aún siquiera sin pretenderlo, sufriera este tipo de sospechas, quiera llevarse a cabo sin el chantaje o sangría de los mercados financieros, debiera contar, para garantizar su independencia, con medidas, cuanto menos transitorias, que incluyesen una moratoria de la deuda y un estricto control de movimiento de capitales, al mismo tiempo que los poderes públicos interviniesen la operativa de la banca privada." 

Pero esto no es nuevo, de hecho es tan viejo como el capitalismo. Como dice Marx en el XVIII Brumario Luis Bonaparte "La historia se repite dos veces. La primera como tragedia, la segunda como farsa"

Los mismos tecnócratas e ideólogos burgueses vienen admitiendo desde los orígenes del Mercado Común Europeo que, de acuerdo con su teoría, el Estado --y en primer lugar la federación supraestatal europea-- ha de fomentar sea como fuere la constitución de grandes combinados europeos de carácter privado; ésta es la tendencia fundamental de su respuesta el "desafío norteamericano". Creen que hay que contar con el peligro de un abuso del poder económico de estos combinados colosales que lo lleve al terreno político; y a esta posibilidad ¡hoy un hecho notorio! responden reconociendo la consolidación de la autoridad estatal.

 ¡Cómo si en las circunstancias de un capitalismo monopolista, el Estado no hubiera de convertirse, forzosamente, en un instrumento del poder de este capital!

Consolidar la autoridad estatal sin abolir la propiedad privada en el campo de los medios de producción sólo sirve para aumentar la fuerza decisiva de los grupos del gran capital. Así lo demuestra muy claramente la experiencia del último siglo, tanto en los casos de Hilter y Rooosevelt como en el De Gaulle. Si en los Estados nacionales europeos estos ejemplos suenan lejanos no es por otra razón de que hoy el interés general del gran capital europeo es consolidar el instrumento de poder de su capital a escala supranacional, y para ello, es requisito previo, estabilizar el euro a despecho de sacrificar la estrechas miras del mezquino proteccionismo patriotero del estado nacional. 

Frente a esto los expertos de Podemos más humanistas que economistas apelan a la responsabilidad de la Sra.Moral! Oigamoslo "

"(...) si se parte de que las deudas hay que pagarlas, aun cuando se planteen soluciones para modular la devolución, o se propongan políticas económicas que mejoren el marco macroeconómico, de estaremos dispuestos a dar por inevitable que hay que poner por encima de las necesidades sociales los derechos de los acreedores y, por tanto, asumiendo las consecuencias sociales derivadas de esta decisión." 

Desgraciadamente, el gran capital y sus gobiernos saben perfectamente el riesgo de actuar así, saben que en cualquier caso sufrirán las consecuencias sociales de sus decisiones. Pero las consecuencias sociales a que se refieren los fideístas moralizantes de Podemos no son más que sus propias contradicciones, estos señores, y por ello usan el plural,  pretenden justificar en la teoría lo que son en la práctica. 

Hasta qué punto el Banco Central Europeo, FMI podrán cubrir tan altos costos de rescate, sin poner en peligro la propia estabilidad de sus socios y clientes, para salvar de la bancarrota a importantes bancos y firmas financieras con el único fin de evitar que el pánico generalizado colapse el sistema financiero y monetario está todavía por ver.

jueves, 16 de abril de 2015

Acumulación originaria de fuerzas

Demonios en el Gobierno -
El reformismo ha dominado durante décadas el movimiento obrero. ¿Cómo se explica esta larga hegemonía? ¿Cómo puede superarse con la actividad de los revolucionarios en la clase obrera?
Para comenzar, señalemos que la realidad de la lucha de clases en los países avanzados capitalistas desde la I Guerra Mundial –o desde 1905, si se prefiere- no puede reducirse puramente a formulas como “la hegemonía del reformismo” o la contraria “los trabajadores tienden espontáneamente a ser revolucionarios pero los reformistas traidores les impiden hacer la revolución”. Ambas proposiciones son analíticamente absurdas.
La primera implicaría simplemente que el socialismo es imposible, la segunda una concepción demonológica de la historia. Ninguna es capaz de dar cuenta de la realidad histórica. El hecho es que durante los periodos de funcionamiento normal de la sociedad burguesa, la clase obrera está bajo la hegemonía reformista. Pero esta afirmación es poco más que un truismo. ¿Cómo podría funcionar normalmente el capitalismo si la clase obrera contestara su propia existencia cotidianamente mediante la acción directa? Pero el capitalismo tampoco ha funcionado “normalmente” durante los últimos sesenta o setenta años. Los periodos de normalidad han sido interrumpidos por el estallido de crisis, por situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias. Es imposible para la clase obrera–por razones económicas, sociales y psicológicas- vivir en constante estado de ebullición revolucionaria. Esta sucesión de situaciones con distintas condiciones plantea por lo tanto las mismas viejas cuestiones sobre los límites temporales de las crisis pre-revolucionarias y revolucionarias.
Y ello nos retrotrae a una problemática trotskista fundamental: la dirección revolucionaria; la relación entre la elevación del nivel de conciencia del proletariado y su capacidad de auto-organización; de la construcción de una dirección revolucionaria. La coincidencia de todos estos factores pueden conducir la crisis a una situación distinta de la del “funcionamiento habitual” del capitalismo, que por si mismo genera la hegemonía reformista. Para beneficio de todos aquellos que puedan etiquetar de “revisionista” este análisis, recordemos que este tipo de revisionismo tiene raíces profundas, ya que el propio Lenin escribió que la clase obrera es “naturalmente sindicalista” durante los períodos de funcionamiento normal del capitalismo y “naturalmente anti-capitalista” en situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias.
Los reformistas mantendrán probablemente su mayoría en la clase obrera durante los períodos “normales”, si esta expresión tiene realmente sentido en la fase de decadencia del capitalismo. En cualquier caso, es evidente que hay una diferencia entre una situación en la que el disenso se limita a la existencia de pequeños grupos aislados de revolucionarios de una parte y los grandes aparatos de los partidos de masas de otra, y las situaciones en las que los revolucionarios han hecho ya la acumulación primitiva de fuerzas, incluso si todavía representan una pequeña minoría de la clase. En este último caso, la lucha para arrebatar la hegemonía sobre las masas a los reformistas es mucho más fácil, una vez que ha estallado la crisis revolucionaria

La Ley es igual para todo el mundo.
"Nadie está por encima de la Ley ha aseverado el ministro Montoro hoy en el Congreso"




Desgraciadamente los cinco millones de parados, las miles empresas cerradas, los stocks, almacenes, tiendas, etc., llenas mercancías para las cuales no existen consumidores. Los ingentes montos de "capital excedente"; de poder de compra potencial que, por el momento, no encuentra que comprar no es, EN ABSOLUTO, el ¡modelo económico! que nos ha llevado a la ruina. ¿Cómo vamos a explicar que lo que nos ha llevado "no la ruina" sino que ha llevado a miles de empresarios a sufrir en su inerte "mammon" y llevado el sufrimiento en la existencia de millones de obreros y de sus familias. Es obvio que los dirigentes de Podemos están más interesados en soliviantar a las gentes mediante titulares más propios de los agitadores patrioteros que la favorecer la comprensión y la concientización del proletariadoEl verdadero problema tiene dos aspectos: invertir el capital excedente de tal manera que no se reduzca aún más el mercado para los monopolios existentes que ya operan por debajo de su capacidad total instalada debido a la insuficiencia de los mercados; asegurar un nivel constante de la capacidad utilizada para las industrias existentes a pesar de que las leyes motrices del capital tienden a deprimir este nivel de utilización.

La respuesta al primer problema ha consistido hasta ahora en el "stablishment militar", las industrias de servicios y la exportación de capital. La respuesta al segundo problema ha sido esencialmente el crédito, es decir, una colosal estructura de duda pública y privada y una constante inflación (incidentalmente, el problema de transferir los gastos del Estado en bienestar social y, en general, del presupuesto como fuente de ingresos para realizar la plusvalía sin reducir de inmediato ni los salarios ni las ganancias. 

Dicho sea de paso, el verdadero problema, como de suyo se comprende, es la causa principal de la creciente canalización de capitales productivos hacia sectores no productivos

Sin embargo, en el discurso de Podemos no encontramos ni una sola palabra a este respecto. No se trata sólo de necedad por parte de los supuestos "expertos económicos" (expertos que honestamente todo lo que tiene de sociólogos y juristas les falta de economistas) tampoco se trata de mala fe, sino ante todo de su incapacidad para dar solución a este problema, incapacidad que procede esencialmente de la situación en la que están colocados. Es más fácil seguir alimentado las fábulas acuñadas por los apologistas del Wall Street, que explicar que el derroche, el despilfarro y la corrupción es la otra cara del trabajo productivo y el ahorro absoluto

El dinero nunca duerme se titula una película dirigida por Oliver Stone. Con Shia LaBeouf, Michael Douglas, Carey Mulligan, Josh Brolin, Frank Langella, Susan Sarandon, aunque sus poseedores si lo hagan.